Mostrando entradas con la etiqueta Bienestar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Bienestar. Mostrar todas las entradas

14 de diciembre de 2011

Jordi Pigem: Un mundo nuevo quiere nacer

"El mundo de hoy es insostenible. Se acaba.
Pero un mundo nuevo quiere nacer. Va a nacer.
Va a nacer a través de nosotros.
Y sólo puede nacer con un parto natural. Tendremos que esforzarnos sin tensarnos, con toda nuestra atención y toda nuestra presencia, pero la fuerza que lo hará nacer viene de tan adentro en nuestro interior que ni siquiera podemos conocerla.
Sí podemos sentirla y seguirla y serla." (Espiritualidad y política, página 78)


Un mundo nuevo quiere nacer de Jordi Pigem es el cuarto capítulo del libro Espiritualidad y política.

Con esta hermosa metáfora del tránsito a la nueva vida, a través del canal del parto, Jordi Pigem, filósofo y doctor en filosofía de la ciencia, quiere mostrarnos el camino hacia la transformación de un mundo en crisis. Ese mundo es nuestro modelo de civilización basado en una concepción mecanicista, antropocentrista y materialista del mundo. Es una crisis en la percepción del mundo y de nuestro lugar en él. El cambio debe operar en el ámbito de la percepción y de la comprensión de nosotros mismos, de nuestra relación con la humanidad, con la Tierra y con el Cosmos.

Jordi Pigem despliega en su artículo un conjunto de metáforas sobre el orígen y el desarrollo de la crisis y sobre cómo afrontar y actuar ante el cambio. Crisis y cambio son 2 caras de una misma moneda: un modelo mental del mundo. Ambos se circumscriben a la mentalidad que ha originado un determinado modo de percibir, comprender y actuar en el mundo. Pigem quiere indicarnos las estructuras obsoletas- materialismo, capitalismo, ...- de este modelo mental a través de las cuales hemos intentado dominar la naturaleza y la vida, y, cómo la superación de esta crisis multidimensional- ecológica, social, económica, ...-  que padecemos, pasa por la superación de estas estructuras que nos constriñen y nos paralizan.

 Etimológicamente, la palabra crisis procede del griego. Durante siglos, crisis tuvo sólo un sentido médico: "era el momento decisivo en el curso de una enfermedad, cuando podía cambiar súbitamente: hacia un sentido u otro". Según fuera el resultado, se hablaba de buena crisis o mala crisis. La buena crisis suponía la sanación y la mala crisis, por contra, la muerte. Al principio, la palabra crisis estaba sólo circumscrita a la medicina hasta que lentamente se fue trasladando a todos los ámbitos de la actividad humana- economía, política, medioambiente, sociedad..-, generalizándose su uso.

La actual crisis es una crisis sistémica y multidimensional que responde a una crisis de civilización. Desde el hundimiento de la economía mundial, en el otoño de 2008, a causa del pinchazo de la burbuja especulativa e inmobiliaria en los EE.UU., y posteriormente en Europa, situación que aún continúa, se nos dijo que era una crisis económica puntual, un momento de desaceleración propio de los ciclos de expansión y recesión del capitalismo. Era obvio que la economía no iba a poder seguir creciendo de forma ilimitada. La ecomomía tenía unos límites de crecimiento: los límites ecológicos del planeta. La crisis económica es una crisis ecológica: la economía ha intentado escapar de la regulación de los ciclos de la biosfera y del propio control humano. Esta falta de control de la economía ha conducido a la alteración de esos ciclos. Este desorden nos lleva a una coyuntura: o abandonamos este modelo de crecimiento suicida o nos abocamos a la autodestrucción.

Para Jordi Pigem, el origen de esta crisis está en la burbuja cognitiva. En esta burbuja flota una vision economicista del mundo. La creencia en la economía como un sistema cuantificable, abstracto y autosuficiente, independiente de la biosfera y del propio ser humano. En este sentido, la crisis del sistema económico tiene su origen en una crisis de percepción del mundo. La solución a la crisis económica no puede ser sólo económica sino que debe producirse una revolución mental.

Dependemos excesivamente del imperio de lo económico. Hemos renunciado a una economía sujeta a consideraciones éticas, morales y sociales. Esta renuncia voluntaria ha obligado a las sociedades humanas y al planeta a insertarse forzosamente en la economía global. Hemos decidido inconcientemente- o no-  insertar la sociedad y el planeta en la economía, en vez de integrar la economía en la sociedad y ésta en el planeta. Esta decisión se traduce en la obligación de la sociedad de satisfacer las necesidades de la economía global y a su vez la obligación del planeta de cubrir la demanda de esta economía globalizada. Hemos de cambiar esta tendencia destructiva de la economía, insistiendo en la necesidad de incorporar la economía global como una filial de la biosfera, de lo contrario, corremos el riesgo de poner en peligro la viabilidad de la vida en el planeta. Como pone de manifiesto Jordi Pigem en su artículo:"Aunque se cree por encima de todas las cosas, la economía global es sólo una filial de la biosfera, sin la cual no tendría ni aire ni agua ni vida". La economía global debe integrarse en los ciclos de la biosfera. Debe respetar y actuar a corde a esos ciclos. La economía global no puede intervernir y actuar de forma independiente en los ciclos de la biosfera como hasta ahora.

¿Cómo hemos llegado a considerar la economía como algo que debe permanecer en un plano superior a la biosfera? Nuestra sociedad está organizada con el propósito último del crecimiento. Lo verdadermente trascendente, es el incremento de la riqueza de un país- PIB-, independientemente de cómo crecemos y para qué necesitamos ese crecimiento. En último término, por qué necesitamos crecer y por qué poseemos ese derecho en exclusividad. La economía global es la primera religión verdaderamente universal cuya ciencia económica es la teología de esta nueva religión. Una religión que tiene mucho de adicción, de mentira y de ilusión. Una forma de autoengaño que nos está pasando factura.¡Y, a qué precio!

¿Hay alternativa a este modelo economicista y materialista del mundo? Jordi Pigem propone un modelo basado en el término gandhiano Sarvodaya o "Bienestar Universal", acompañado del desarrollo de la responsabilidad ecológica y social y del fortalecimiento de la cohesión y la armonía social. ¿Qué es el Sarvodaya? Gandhi acuñó este término de Sarvodaya (o Bienestar Universal) después de leer un libro de John Ruskin. Extrajó tres principios:
  1. El bien del individuo es inseparable del bien común.
  2. Todo trabajo tiene el mismo valor.
  3. La vida más digna de vivir es la de quien se dedica a cultivar la tierra o la artesanía.
El bienestar universal implica que el bien del individuo es inseparable del bien común. El auténtico bienestar no depende de la continua acumulación de bienes materiales sino del desarrollo de una vida con sentido en un "contexto social cooperativo" y en "armonía con un entorno natural". Para conseguir una sociedad sostenible, es necesario desvincular nuestra identidad de los bienes materiales y basar nuestra autoestima en el ser, en el desarrollo de una "identidad participativa, fluida y conciente" de nuestra interdependencia con el mundo. Ese bienestar universal sólo puede desplegarse, si podemos cuidar aquello que realmente amamos. Para vivir, en equilibrio con el planeta, es necesario sentir reverancia y amor por la vida. Si no hay amor en nuestra vida, no podemos vivir en armonía con los otros y con la Tierra, no podemos sentir la necesidad de reverenciar la vida, y por tanto, no hay necesidad de cuidar lo que amamos.

Los valores del nuevo mundo son los que contribuyen a la verdadera felicidad y a la cohesión social. En él, no hay que escoger entre sostenibilidad ambiental, armonía social y plenitud personal porque lo que contribuye a la sostenibilidad y a la responsabilidad ecológica contribuye a la armonía social y al bienestar personal. El verdadero bienestar es sentirse bien y fluir en cada instante.

22 de julio de 2011

Síntesis del libro El decrecimiento explicado con sencillez. 2 Parte

En esta segunda entrega de la síntesis del libro El decrecimiento explicado con sencillez de Carlos Taibo vamos a resumir los capítulos del 6 al 10, ambos incluidos. Estos capítulos que aludimos son: Crecimiento, Consumo y Bienestar; La propuesta del decrecimiento; El arraigo de los Principios del decrecimiento; Menos complejos, menos urbanos y Decrecimiento y Demografía.

En Crecimiento, consumo y bienestar, la renta per cápita en EE.UU. hoy es tres veces superior a la que registraba al terminar la Segunda Guerra Mundial. Y, sin embargo, el porcentaje de norteamericanos que confiesa ser cada vez menos feliz ha ascendido. No obstante, en estadios inferiores del desarrollo la disposición de dinero es vital y guarda una relación estrecha con el bienestar. Parece demostrable que dejados atrás esos estadios iniciales del desarrollo el consumo excesivo es un indicador de infelicidad más que una señal de bienestar. Por otro lado, damos por descontado que cada nueva generación vive mejor que la anterior. Aunque esta percepción tiene su fundamento, parece que se acumulan argumentos que concluyen que ha dejado de servirnos. En un terreno parecido, cada vez hay más gente que no añora la vida de antes y que no hay ningún motivo para idolatrar el crecimiento económico. En los últimos decenios hemos asistido a la consolidación de 2 hechos singulares: los obreros de antaño se han transformado en algo diferente: aunque presumen de su rechazo al capitalismo prefieren ignorar que sus prácticas de consumo son las de la burguesía al tiempo que prefieren olvidar su incapacidad para abandonarlas. Y, un segundo hecho es que mientras los niveles de consumo son altos, la pobreza se ha ido extendiendo.

En La propuesta del decrecimiento, es importante formular 2 precisiones en relación con la propuesta del decrecimiento:
1- No se trata de llevar a cero los niveles de producción y de consumo: se trata restaurar el equilibrio con el medio ambiente que la industrialización, la urbanización y el colonialismo ha roto.
2- El proyecto del decrecimiento no es un proyecto “puritano”. En la propuesta de crecimiento se reivindica una vida social frente a una vida marcada obsesivamente por el consumo, la productividad y la competitividad que nos ofrece en nuestra sociedad.

Hay que señalar que la propuesta del decrecimiento no se agota en la demanda de la reducción en los niveles de consumo y de producción en el norte. Implica la defensa de principios y valores muy diferentes de los que impera hoy. Vamos a enumerarlos:
1- La primacía de la vida social frente a la lógica de la producción, el consumo y la competitividad. Es difícil que eso suceda sino se sale del capitalismo.
2-  El decrecimiento acarrea una crítica a la mayoría de las formas de ocio vinculados con el consumo y con el dinero. Apuesta por un ocio creativo.
3- El reparto del trabajo.
4- El establecimiento de una renta básica de ciudadanía para atender a los problemas, que se revelarán cuando se aplique un programa de decrecimiento.

5- La reducción del tamaño de las infraestructuras productivas, administrativas y de transporte.
6- La recuperación de los elementos de la vida local frente a la lógica de la globalización. Esa recuperación se debe asentar en la descentralización y la descomplejización y debe traducirse en un renacer de la vida rural frente a las megalópolis.
7- En el terreno individual, la sobriedad y la sencillez deben presidir la vida. No está de más incluir en este apartado la defensa de la lentitud como elemento articulador de la vida social.

En El Arraigo de los principios del decaimiento, los principios y los valores del decrecimiento los podemos encontrar en el pasado y en el presente actual:

1- Muchos de esos principios y de esos valores los podemos ver en las prácticas del movimiento obrero de siempre.
2- Un segundo ámbito de la filosofía del decrecimiento es el que aporta la llamada economía de cuidados. Protagonizada por mujeres fundamentalmente, se manifiesta a través del cuidado de niños y ancianos. Se asienta en la gratuidad y en la entrega y tiene una honda dimensión ecológica.
3- La propia institución familiar refleja la influencia de los principios y los valores del decrecimiento. En la institución familiar impera la lógica del don, del regalo y de la gratuidad.
4- Los abuelos han hecho gala de una austeridad y de una búsqueda del saber vivir.
5- Muchos de esos pueblos que nos empeñamos en descalificar como primitivos y atrasados, sin embargo, su primitivismo y atraso los sitúan muy por encima de nosotros en lo que hace referencia a la vida social y al respecto al medio ambiente.

En Menos complejos, menos urbanos, detrás del decrecimiento es fácil de apreciar la influencia de 2 grandes proyectos:
1- Sociedades menos complejas: Empecemos por la descomplejización: las sociedades capitalistas han tendido a perfilar sociedades cada vez más complejas. La dependencia de estas sociedades a factores externos ha sido cada vez mayor y la posibilidad de sortear estos factores resulta ser cada vez más reducida.
2- Cuestionamiento de las virtudes que se atribuyen a las ciudades y reclama la vuelta al mundo rural. Parece que hubiera empezado a desvanecerse todo aquello que atrajo a las ciudades a tanta gente del campo.


En Decrecimiento y demografía, el proyecto del decrecimiento incluye una dimensión demográfica. Si en términos generales afirmamos que vivimos en un planeta con recursos limitados, no tiene ningún sentido crecer ilimitadamente. Este mismo argumento debe aplicarse a  la población. En el discurso oficial se nos repite que el problema demográfico se halla en vías de solución: habrá una reducción en el ritmo de crecimiento de la población que conducirá a su estabilización entorno  a los 10000 – 12000 millones de habitantes. Es preciso señalar que el problema que nos planteamos no es estrictamente demográfico sino que remite a cómo construimos nuestras sociedades desde el punto de vista político, económico, social o ecológico. A la pregunta cuántos seres humanos pueden vivir en el planeta hay que responder con un depende. Depende de cuál sea el modelo de ser humano que tomemos en consideración.
Mas allá de esto, resulta evidente que la propuesta del decrecimiento tiene que traducirse en activas políticas de control de la natalidad. Esas políticas de control no deben guardar ninguna relación con un proyecto de exclusión, y en su caso de exterminio, de una buena parte de la población mundial.